LA CAZA MODERNA ES INSOSTENIBLE


La caza ya no es una necesidad para sobrevivir. Ya nadie caza para comer sino por la pura vanidad de enseñar el trofeo conseguido. Mientras mayor es la pieza mayor es la “proeza”. No se trata de necesidad sino de placer.
Muchos nos preguntamos que placer puede haber en pretar un gatillo, en disparar una mortífera bala. En placer lo encuentran en la exposición ante los demás de sus hazañas, aunque a veces lo que sienten algunos es verdadera obsesión por dar muerte a una victima a la que no conocen.
La caza tampoco es aquella actividad inmersa en el medio rural de antaño, donde los lugareños no tenían otras formas de entretenimiento o diversión. Ahora los cazadores proceden en su gran mayoría del medio urbano. Muchos desconocen el medio y las especies que van a abatir. Se desplazan con sus potentes todo terrenos por espacios que debían estar cerrados a la circulación rodada. Disponen de sofisticados rifles don miras telescópicas, armas de repetición, comunicaciones, etc.
La caza moderna se parece más la guerra que a la simple captura de una pieza para la comida. El cazador local de antaño no precisaba del prestigio y sólo mataba aquel animal que deseaba comer o que suponía una molestia para sus campos o sus ganados. Al cazador moderno no le importa de que animal se trate, lo único que quiere es matar, y cuantos más mejor. A más animales y más grandes, mayor será su gloria.
Por eso no es de extrañas que los cazadores actuales tiren a bulto, a todo lo que se mueva. Por eso tampoco es de extrañar que cada año haya una veintena de cazadores muertos en España por la práctica de la caza, sin contar la multitud de alcanzados que sobreviven.
No distinguen especies, ni les importa. Un trofeo siempre es un trofeo. Si es un animal en peligro de extinción como si es un animal con dueño, no haberse metido delante de la escopeta.
Se permite el uso de armas a cualquier persona que pague en un centro de reconocimientos médicos, a cualquiera aunque este enganchado al alcohol o a las drogas. Incluso menores portan las armas y disparan.
La caza es una actividad mal regulada, a propósito mal regulada. Los cazadores son un poder fáctico que está ahí latente. En América los candidatos a presidentes tienen que dejar contentos al lobby del rifle si quieren gobernar. En Francia, los cazadores están organizados y llegan a presentarse a las elecciones con su propio partido. En España, no les hace falta tanto, directamente las autoridades se bajan los pantalones o incluso son cazadores.
Desde el rey que se va los países del este para cazar sin pudor ocho osos de los que bien podrían poblar el Pirineo, hasta Felipe Gonzalez que utilizaba Doñana como coto particular, pasando por Bono que acompaña a Bush padre en una cacería, o Cascos y Fraga que cazaban mientras se hundía el Prestige.
Primero se han desarrollado las leyes de caza, antes que el artículo 45 de la Constitución que ampara a la naturaleza y al derecho de los españolitos a disfrutar de su medio ambiente. Así se ha regulado antes un recurso de la naturaleza como puede ser la caza antes que los recursos en su conjunto. También se han desarrollado leyes de caza antes que las leyes de protección animal, no vaya a ser que se pueda limitar tan aberrante actividad.
Pero aun encima, la legislación existente no se cumple, tolerándose la caza con cepos, lazos, la liga, etc, métodos que no son selectivos y que justifican como eliminación de alimañas, cuando las únicas alimañas que encontramos es los montes son precisamente los cazadores.
Las Comunidades como la Aragonesa permiten la captura del verderón, el jilguero, el pardillo, y el verdecillo, no siendo especies cinegéticas, contraviniendo las normas de la CEE. Lo mismo ocurre con la comadreja, el cuervo, la garduña o la gineta.
Más del 70% del territorio está acotado. El resto son ciudades, urbanizaciones, e infraestructuras. Se puede decir que España es un gran coto de caza. Que diferentes con Suiza donde la caza esta muy limitada en tres cantones y prohibida en los dos restantes. O con Italia donde la caza se ha llegado a someter a referéndum, que se ganó pero no pudo llegar a prohibirse porque no votó la mitad del censo.

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